domingo, noviembre 16, 2008
LOS HOMBRES, VÍCTIMAS DE LOS DIOSES EN SU DISPUTA POR EL PODER
Por Sergio Hernández Gil
En su afán por explicar al mundo y sus orígenes, la especie humana ha creado, a saber en casi todas las culturas, seres superiores, dioses o semidioses, y héroes, a los que han atribuido poder sobre la naturaleza y sobre los hombres mismos. Tal es el caso de la mitología griega, cuya máxima expresión son los poemas épicos La Iliada y La Odisea, y en los que se muestra claramente que es la voluntad de los dioses la que rige el destino de los hombres, pero que los dioses, a su vez, están dominados por las mismas pasiones y debilidades humanas, y que en busca de sus objetivos, son capaces de usar todo su poder y argucias.
En realidad se trata de una sola obra épica, atribuida a Homero, poeta griego del siglo VII antes de Cristo (dividida en dos grandes poemas de 24 cantos cada uno, pero que no se puede entender la una sin la otra): La Iliada, que trata de la Guerra de Troya, que duró diez años, pero cuya parte narrada se refiere a los últimos 51 días de la conquista; y de La Odisea, que trata del retorno de Odiseo, uno de los héroes de la guerra, a su tierra, Ítaca -donde lo espera su amada Penélope– tras también diez largos años de dificultades impuestas por los dioses en su afán por mostrar su poder sobre los hombres.
La disputa entre Poseidón y Zeus por la ninfa marina Thetis, madre del principal héroe de La Iliada, Aquiles (“el de los pies ligeros”, invulnerable en todo su cuerpo menos en el talón), que es en realidad una lucha por el poder entre esos dos dioses, fue trasladada al terreno de los mortales e involucró a otras divinidades del Olimpo, quienes durante un concilio deciden proteger a Odiseo de la persecución de Poseidón, que ha obligado al héroe a estacionarse en la isla de Calipso.
La diosa Atenea, que cuenta con la aprobación de Zeus, disfrazada del rey de los Tafios, Mentes, desciende a Ítaca a fin de arengar al hijo de Odiseo, Telémaco, para que vaya en busca de su padre, en tanto que su casa se ha llenado con los pretendientes de Penélope, su madre, quien los rechaza. Dos de los aspirantes, Antínoo y Eurímaco responden con burlas y desprecio a la demanda de Telémaco para que abandonen sus pretensiones con su madre y dejen de desperdiciar sus bienes y perder su tiempo.
Después de haber partido en la clandestinidad, ayudado por Atenea, quien se ha disfrazado de Mentor, un viejo amigo de Odiseo, encargado de proteger sus bienes, Telémaco llega a la mañana siguiente a Pilos, donde tras participar en una hecatombe (sacrificio de cien bueyes) para Poseidón, el rey de la isla, Néstor, le relata la muerte de Agamemnón y el regreso de otros héroes pero dice no tener información sobre Odiseo y le sugiere vaya a Esparta a hablar con Menelao. Además, le pide a su hijo, Pisístrato que lo acompañe.
Son recibidos por Menelao y la reina Helena, quienes les dicen que el dios Proteo, el viejo del Mar, reveló que Odiseo era cautivo de la ninfa Calipso. En tanto, los pretendientes de Penélope se han dado cuenta de la partida de Telémaco y planean emboscarlo y matarlo a su regreso. Al enterarse de ello, Penélope se postra de terror, pero es calmada por Atenea a través de un sueño.
Zeus utiliza su influencia con Hermes para que Calipso libere a Odiseo. La ninfa, que se siente víctima de la envidia de los dioses, accede y ayuda al héroe a construir una balsa para llegar a Ítaca. Después de 18 días de navegar, Poseidón lo descubre y provoca una tormenta que destruye la embarcación. Entonces, de nuevo por intermediación de Atenea, otra ninfa marina, Ino Leucotea, da a Odiseo un velo inmortal gracias al cual sobrevive y llega a la costa de Esqueria, donde cansado y maltrecho se cubre con hojas y cae dormido.
En un sueño, Atenea visita a la princesa Nausicaa, hija de Alcínoo, rey de Esqueria, y la provoca para que vaya al río, donde se encuentra con Odiseo. La joven, impresionada por la forma de hablar del héroe, le brinda alimento y ropas y lo lleva a un bosque consagrado a Atenea para que descanse.
Odiseo aprovecha la ocasión para rogarle a la diosa ser recibido por los reyes de Esqueria y le ayuden a llegar a Ítaca. La reina Arete se percata que el héroe lleva puestas ropas que ella misma hizo. El rey Alcínoo se impresiona por el relato del desconocido y le ofrece la mano de su hija o, si lo prefiere, la ayuda para llegar a su patria. Ninguno de ellos sabe que se trata de Odiseo.
Alcínoo ordena la celebración de juegos en honor de su huésped, quien al ser provocado por Laodamante, participa y gana en el lanzamiento de disco. El aedo Demódoco ha cantado una oda cómica sobre los amoríos ilícitos de Ares y Afrodita; Odiseo le pide que cante algo sobre el Caballo de Troya, lo cual le provoca llanto. Al ver esto, Alcínoo manda al aedo que pare de cantar y le pide a Odiseo que diga quién es y cuál es su desventura.
El héroe accede y cuenta cómo en tres años, desde la caída de Troya hasta su llegada a Calipso, navegó en doce barcos, arribó a Ismaro, donde saqueó la ciudad de los cícones; después, al país de los lotófagos, en el que algunos de sus hombres comieron loto y ya no querían regresar a sus barcos, por lo cual tuvieron que ser llevados a fuerza. De ahí, a la isla de los cíclopes, a quienes junto con doce de sus hombres pidió hospitalidad, pero Polifemo, gigante de un solo ojo, hijo de Poseidón, lo encerró y se comió a varios. Para escapar tuvo que dejarlo ciego, por lo que el gigante pidió a su padre ayuda para vengarse.
Continúa el héroe contando sus desventuras, provocadas todas ellas por la disputa entre Poseidón y Zeus, entre ellas: su estancia en Eolia, la tierra de los vientos; su paso por la isla de los lestrigones, gigantes antropófagos que se comieron a la tripulación de once de sus barcos. Estuvo en la isla Eea, donde algunos hombres hechizados por Cirse, hija del Sol, fueron convertidos en cerdos. Odiseo la convence para que los libere, pero ella le pide que primero vayan a la morada de Hades para consultar el alma del tebano Tiresias, adivino ciego, quien le predice su porvenir. Habla ahí con los muertos, entre ellos su madre, Anticlea, que murió esperando su regreso. Narra también Odiseo cómo habló con Agamemnón, quien le dio consejos para evitar su muerte.
Cuenta su regreso a Eea, donde Circe le dice cómo escapar del canto de las sirenas (“tapa los oídos con cera a la tripulación para que no las escuchen y él mismo se amarra al mástil”). Odiseo trató de que sus hombres obedecieran lo que Cirse les dijo pero no hicieron caso y se comieron a las vacas prohibidas. Lograron huir de la isla, pero Zeus, por su desobediencia, desató una tormenta y hundió el barco. El único que logra salvarse es Odiseo y llega a la isla de Ogigia, donde Calipso lo retiene siete años.
Termina de narrar Odiseo su historia ante Alcínoo, quien le entrega presentes y le dispone una comitiva para que lo lleve a Ítaca, pero vencido por el sueño es abandonado junto con los regalos en una playa. Cuando despierta, Odiseo no reconoce su tierra y entonces Atenea, disfrazada de pastor, le explica dónde está, después se descubre como diosa y le ayuda a esconder sus tesoros. Lo transforma en un viejo mendigo para evitar que lo reconozcan y pueda planear cómo deshacerse de los pretendientes.
Odiseo, así disfrazado, va a las porquerizas a buscar a Eumeo, a quien le dice que es un cretense. Mientras tanto, en Lacedemonia, Atenea se le aparece en un sueño a Telémaco y le dice que debe regresar a Ítaca; también le advierte sobre la emboscada que pretenden hacerle los pretendientes de su madre. Gracias a la ayuda de la diosa, Telémaco logra burlar la trampa de los pretendientes y se dirige a casa de Eumeo, donde Odiseo se identifica con su hijo y le pide guardar el secreto hasta que derroten a los pretendientes. Tras un fuerte abrazo planean la venganza, con ayuda de Zeus y Atenea.
El único que reconoce a Odiseo es su fiel perro Argos poco antes de morir. Así disfrazado, Odiseo mendiga entre los pretendientes durante el banquete que organizan para disputarse, en una contienda, la mano de Penélope, quien sin aún reconocerlo lo defiende del desprecio de Antínoo y los otros aspirantes.
Padre e hijo esconden todas las armas que había en la sala. Todavía como mendigo, Odiseo cuenta historias ficticias a Penélope sobre él mismo, por lo que ella pide una prueba de que en realidad lo conoció. Él le cuenta entonces sobre su manto y sobre quién era su Heraldo. La reina ordena a su esclava Euriclea que bañe al mendigo y ella lo reconoce pues descubre una cicatriz que un jabalí le hizo a Odiseo cuando era niño; él le solicita guardar silencio para no hacer fracasar sus planes de venganza.
El héroe pide una señal, y Zeus lanza un trueno en medio del cielo azul, en tanto que Penélope pide a Artemisa que le provoque la muerte para no sufrir más. La contienda consiste en armar, tensar y disparar una flecha entre el centro de doce hachas. Los pretendientes son vencidos por Odiseo, disfrazado de mendigo. A la señal de su padre, Telémaco se arma en tanto que Antínoo es muerto por Odiseo quien le atraviesa la garganta con una flecha. Se inicia una feroz lucha, con los numerosos pretendientes por un lado y Odiseo, su hijo y sus dos criados por el otro. Con ayuda de Atenea todos aquellos que traicionaron a Odiseo van muriendo uno a uno.
Para que los vecinos no sospechen de lo ocurrido, Odiseo manda a los presentes a que vistan sus mejores ropas y bailen. En principio Penélope no lo reconoce, pero entonces Odiseo describe el lecho conyugal y ya convencida, abraza a su esposo. Odiseo dice a Penélope que aún tendrá que hacer otro viaje antes de instalarse definitivamente a terminar su vida en una tranquila vejez.
Las almas de los muertos viajan al Hades, donde cuentan lo ocurrido a Agamemnón y a Aquiles, compañeros del héroe en la Guerra contra Troya. Odiseo parte a casa de su padre, Alertes, que trabaja en la huerta, envejecido y apenado por la ausencia de su hijo. Para ser reconocido, Odiseo le muestra la cicatriz y le recuerda los árboles que en su infancia le regaló su padre. Mientras, los familiares de los pretendientes se reúnen y claman venganza contra Odiseo, quien junto con su hijo y su padre aceptan el reto y da comienzo una nueva lucha. Laertes dispara contra el padre de Antínoo quien muere. La matanza hubiera continuado de no ser por la intervención de la diosa Atenea, que anima a los itacences a pactar y vivir en paz.
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